Cada vez que hacen el amor ella derrama su sangre.
-Me hubiera gustado ser tu primer hombre- le dijo él cierta noche entre susurros.
Cuando él no está, ella busca el neceser y enhebra una aguja.
Sin dolor la clava, resuelta, dentro de la carne.
El himen se va cerrando, como una casa, como una nota redonda.
Tras el ojo de la vagina, la mujer observa su mundo.
Cada vez que hacen el amor, la perfuma un jazmín.