....soy de la rosa y la mar... soy el escaramujo
(Silvio Rodríguez)

sábado, abril 20, 2024

Una canción de Monda

Es tan triste ver partir


Allí va una embarcación
Por ese mar abierto
Por aquellos que van ahí
Hay mucha gente que llora
Es tan triste ver partir
Un barco del continente
Para Angola o Mozambique
Allí va otro contingente
Tanta lágrima perdida
Cuando un barco deja el muelle
Adiós mi madre querida
No sé si regresaré pero
Me voy para Lisboa
Porque la vida acá está mal
En búsqueda de cosas buenas
Busco, no encuentro acá
Hay mucha gente que llora
Con penas en el corazón
Por ese mar abierto
Allá va una embarcación


Canción popular  ( desconozco de qué país. Acepto datos de confirmación).
Arreglos: Jorge Roque / Pedro Zagalo / Der Medinas.
Publicado en el álbum "Cal" de la banda Monda ( Portugal).

Traducción al español desde portugués por Myriam Rozenberg

sábado, abril 13, 2024

Un poema de George Bradley

Donde el azul comienza


En el sur del Adriático, donde comienza el azul,
Vinimos a descansar un rato y jugar.
En las islas cubiertas de sol conocidas como Tremiti,
Donde la brisa sopla frescaY los pinos tiemblan y el mar salado
Lava a gente como tú y como yo,
En el sur del Adriático, en la espuma arrastrada por el viento.
En el agua más azul, justo donde comienza,
Vinimos a jugar un rato, llegamos a descansar.
En costas rocosas de calas áridas,
Cuando llegaron las olas y el agua salpicó
Y la luz del sol reflejada saltó y brilló
Entre los acantilados, los salientes y las grutas,
En el Adriático, donde este tipo de cosas empiezan.
En el agua azul clara que traen las olas
Fuera del soleado mar Adriático,
Vinimos a descansar y jugar y bañarnos,
Mientras los pinos se balanceaban en los acantilados de arriba
Y el viento dispersó la espuma salada del mar,
En el soleado Adriático, donde comienza una forma de vida.
Vinimos buscando una inmersión, para encontrarnos
En aguas lo suficientemente claras como para explorar
Un fondo profundamente azul, al verlo parecía
Incluso Grecia o cualquier otro sitio.
Que el agua lavada así o el sol pudieran encenderse así,
Vinimos a vernos en un mundo de sueños,
Que las palabras podrían trasmitir lo que implica el lugar,
Ese lugar podría terminar lo que una palabra genera
Vinimos buscando el agua más clara, el cielo más soleado,
Vinimos, tú y yo, a ver lo que se vería
Inmersos en aguas perfectamente azules,
En olas iluminadas por el sol que llevaban su oscuro secreto,
Pequeños huéspedes conocidos como medusas, cuyos frágiles brazos
Observaron, picaron y quemaron todo el día.
Y levantaron el rubor que floreció en nuestras pieles,
Agravado por el sol y las salpicaduras,
Con nuestros propios intentos de abrazarnos uno al otro,
Mientras nadamos fuera de nosotros mismos y fuimos arrastrados,
En el sur del Adriático, donde comienza el azul.


George Bradley (Estados Unidos)
Publicado en Poetry Foundation
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg

sábado, abril 06, 2024

Un fragmento de un libro de Jesús Carrasco

Iosif me arrastró hasta aquí, pero ahora soy yo la que permanece. Tras su retiro y posterior deterioro, bien podríamos haber regresado a la patria, a la vida de los salones. A los cristalinos barnices que realzan la nobleza de los muebles de palisandro. Al timbre poderoso y resonante de las violas de Cremona. A los centros de flores de granado, jazmines y espigas secas- A las fuentes de carnes bien trinchadas,a los ligeros postres, a los vinos madurados en las mejores barricas del continente. A la belleza y el refinamiento de las mentes más elevadas y sutiles. Pero aquí estamos, estoy, frente a ese hombre humillado. Frente a esa sombra inquietante cuya presencia he consentido.

Recuerdo el día en que embarqué con destino al puerto de Sevilla. Recuerdo la humedad de la brisa marina y su frescura y el olor a marisco. Recuerdo mi ensueño de aquel entonces. Partía, inflamada de amor, hacia las nuevas colonias españolas. A los territorios en los que mi prometido había servido con honor y valentía. Hacia un rincón del continente que resonaba en mí del mismo modo que Simla, Zanzíbar o Suez. La grandeza de nuestra cultura, pero bañada aquí por la resplandeciente luz del sur, atemperada con su clima benigno, tan alejado de nuestros duros inviernos. En esta lugar, todo había sido dispuesto para albergarnos. Jóvenes, cultivadas, amantísimas hijas de la patria que corríamos a reunirnos con nuestros prometedores esposos. Este pueblo era el regalo, el premio a una juventud consumida en la batalla allí donde el Imperio lo había reclamado.

Nuestro buque atracó en el puerto de Cádiz y allí trasbordamos, guidas por cadetes, a una goleta afilada y galante con la que remontamos el Guadalquivir hasta Sevilla. Recuerdo a Iosif de pie en el muelle de la Sal, esperándome. Llevaba dos años sin verle. Íbamos a casarnos en España. Íbamos a comenzar una vida dichosa en una tierra bendecida. Nuestro lugar en el mundo.




Jesús Carrasco ( España)
Extracto del libro "La tierra que pisamos". Editorial Seix Barral (2016)

sábado, marzo 30, 2024

Un poema de Héctor Pedro Blomberg

Las dos irlandesas


Aquí estoy con los chinos y las dos irlandesas
que llegaron a bordo del Jamaica Marú;
Maggie, la mayor, tiene ojos como turquesas
y bebe gin en este viejo bar del Dock Sur.

Nancy, la menor de ellas, parece una gitana,
pero nació en el barrio más pobre de Dublín;
arde en sus ojos negros una pasión lejana
y en su pálida frente hay una cicatriz.

De dónde las trajeron los chinos taciturnos
Maggie me habló al oído: “los conocí en Shangai...”
(En el bar se morían los murmullos nocturnos
y en los labios de Nancy se apagaba un cantar...)

El Marú había partido con rumbo a Yokohama.
Maggie me amó en las noches siniestras del Dock Sur;
me hablaba de su vida errante, y una llama
de pasión palpitaba en su mirada azul.

Nancy, junto a nosotros, cantaba dulcemente
canciones misteriosas de la China y del mar.
(Quién las llevó de Irlanda al infierno de Oriente,
y por qué las trajeron los chinos de Shangai).

Pero yo amaba a Nancy, la irlandesa morena;
los chinos, silenciosos, miraban a las dos;
las casuchas dormían bajo la luna llena
y en los negros navíos temblaba un resplandor.

¡Nancy! ¡Nancy! Una noche su canción quedó trunca;
los chinos dormitaban borrachos de chandú...
¡Pobre Maggie! Esa noche bebió más gin que nunca
y se arrojó a las aguas oscuras del Dock Sur.


Héctor Pedro Blomberg ( Argentina)

sábado, marzo 23, 2024

Un poema de Alda Lara

Abandono

 

¡No ices las velas, marinero!
¡No gires el timón!
No luches siquiera…
(¿Para qué, luchar?)
Déjate llevar, como el mar,
al capricho
de las mareas de un día…
Como cuerpo para volver a encender
la maresía…
el olor embriagado de luz
y el alma,
embrujada en algas,
para fluctuar…
¡Déjate llevar!

Y si la tormenta te quiebra
los mástiles,
y te rasgan
las velas
y no para
de rugir,
¡no grites!
¡No tengas miedo!...
En las noches-secreto del mundo
verás cómo es bello
dormir tan envuelto
de viento y luz de luna…
Déjate llevar como el mar…
Sereno y perdido
en la paz
sin recurrir al mar



Alda Lara (Angola)
Publicado en "O mar, o rio e a maternidade na poesia de Alda Lara". Autor: Sávio Roberto Fonseca de Freitas.
Revista Ecos
Programa de Pós- graduação em Estudos Literários/ UNEMAT
Programa de Pós-graduação em Linguística/ UNEMAT
Centro de Estudos e Pesquisas em Literatura
Centro de Estudos e Pesquisas em Linguagem (2020)
Traducido del portugués al español por Myriam Rozenberg

sábado, marzo 16, 2024

Un poema de Antonio Requeni

Una piedra recogida en una playa de Creta


El don de la vida me ha sido concedido
para estar hoy aquí, para ver este mar
que vieron, como yo, otros húmedos ojos
hace mil, dos mil años,
y alzar entre mis dedos una pedira
devastada que trajeron las olas
como botín inútil arrancado a los siglos.
¿Qué es una piedra? Nada, nada más que una piedra
a la que le fue negada la gracia de vivir.
(Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
y más la piedra dura porque esa ya no siente).

Nada siente esta piedra y sin embargo
estará cuando todos-tú, lector, yo, poeta-
no seamos siquiera la resaca
que la espuma abandona en las orillas.
Esta piedra en mi mano, resto fósil del tiempo,
no sostuvo una torre, no fue estatua o palacio,
no dio alegría para siempre, pero
quizás un día Ulises la llevó hasta sus ojos
y distraídamente la devolvió a las aguas
que oscurecieron su color de vino.
O tal vez una noche Kazantzakis
la pisó mientras iba leyendo en las estrellas
el ardiente mensaje que inspiró su epitafio.
Ella es muy poco entre mis dedos, sólo
superficie pulida, peso leve: una piedra;
pero en su inerte forma late, oscuro el enigma
de lo que pasa y lo que permanece.




Antonio Requeni ( Argentina)
Publicado en Revista Ñ. 28 (2006)


Nota: El verso " Dichoso el árbol que es apenas sensitivo/ y más la piedra dura porque esa ya no siente" pertenece al poema "Lo fatal" de Rubén Darío.

sábado, marzo 09, 2024

Un poema de Alberto Laiseca

Tú y yo


La arenisca penetra en mis cejas y en tu pelo.
La muerte tiene ojos de almendra,
cuando extiende su Decreto Imperial.
Sólo una huella de ceniza
es la imagen del espejo destrozado.
Sin duda, mañana, algún día,
haciendo equilibrio en el borde de una campana vuelta de revés,
un sonido más fuerte nos sacará del circulo
empujándonos hacia el fondo.
Mañana, algún día,
emprenderemos viaje a los Torrentes Amarillos *
donde la luz se detiene
y el sonido se sumerge en la madera celestial.
Pero hoy, el cerezo del árbol, tiene más realidad
que los diez lejanos ángulos de la tierra.
Hoy estamos juntos, tú y yo.



Wu Yang Tsu. Dinastía Shang.


*Esta antigua alegoría china significa La Muerte

(aclaración del autor)


Alberto Laiseca ( Argentina)
Publicado en el libro "Poemas chinos". Editorial Gárgola (2005).

sábado, marzo 02, 2024

Una canción de Amália Rodrigues

Fui al mar a buscar sardinas







  Mercado do Bolhão (Porto-Portugal)
Foto: Myriam Rozenberg (06.06.23)



Fui al mar a buscar sardinas
Para darle a mi amor
Me perdí en las ventanitas
Que espiaban desde el vapor

A espiar allá desde el vapor
Vi la cara de un francés
Y sea allá como sea
Voy al mar otra vez

Yo fui al mar otra vez
Allá el vapor de agitado
Ahí ya no vi al francés
Vine de allí toda mojada

Saltó de mi toda esperanza
Saltó del mar la sardina
Salta la pulga de la balanza
No pasa nada, no era mía

Voy al mar a buscar sardina
Ya me olvidé del francés
La idea no es mía
Ni  mía ni tampoco de ustedes

Cosas que me hago idea
Después de haber ido al mar
Será que me entró arena
Donde no debía entrar

Puede no tener sentido
Puede que el verso no quepa
Pero no querrían saber
Lo que me he reído

No es para adivinar
Que no me gustan los acertijos
Ya saben que fui al mar
Y fui allí a buscar sardinas

Sardina que anda en el mar
Debe estar reconfortada
Tiene agua, sabe nadar,
¡Desearía ser sardina!


Letra: Amália Rodrigues ( Portugal ) - Música: Carlos Gonçalves (Portugal)
Traducida del portugués por Myriam Rozenberg

sábado, febrero 24, 2024

Un tango de Raúl Garello

Aquel viejo marinero


Las calles de la Boca lo veían
con su pipa, su sombrero y su distancia
y todo el aluvión de fantasías
que con su ronca carcajada regalaba
con ese vozarrón de marejada
habitaba el almacén y las mañanas
y en el bolsillo grande de su traje
bailaba siempre una botella de coraje.

rostro mágico y curtido
navegante de los mares y la soledad
su perfil de aventurero
recaló en los remos
de aquel bote fuerte y viejo como él
el rumor del Riachuelo
quiso hacerlo su botero
navegándole la voz
pero el viejo marinero
en silencio una mañana
dejó el río y se fue al mar.

A veces repetía y maldecía
con su copa, su tabaco y su misterio
y erguía con su vientre de gigante
mil secretas profecías de otras tierras
con ese pantalón viejo y raído
caminaba por las calles su riqueza
y en sus ojillos pícaros de viajes
brillaba siempre la muchacha del tatuaje.


Raúl Garello ( Argentina)
Publicado en Todo tango

sábado, febrero 17, 2024

Un fragmento de un libro de José Eduardo Agualusa

Cuando Diogo Cão y sus marineros desembarcaron en la desembocadura del Zaire y preguntaron a los hbitantes cómo se llamaba la región, se les dijo que era Soio. Pero Diogo Cão advirtió que los naturales le habían respondido en buen portugués que era “Sueño, señor” y quedó maravillado, no tanto por encontrar, en aquel fin del mundo, gente cultivada en el idioma lusitano sino, sobretodo, por la excelencia y propiedad del nombre.

El cielo se movía y gritaba con pájaros largos, los pantanos pulsaban extrañas formas de vida y el río se explayaba, oscuro y pesado, por dentro del mar y era tan largo allí que la otra margen se confundía con el horizonte. 

En 1953 el paisaje era todavía casi idéntico, pero la ciudad ya no se llamaba Sonho, y sí Santo António do Zaire. En aquel año, el mismo año en que Lídia se mudó para Berlín, nació allí un niño que recibió el nombre de Tiago, más concretamente, Tiago de Santiago da Resurreição André. Fue el primer niño, después de siete hermanas. El padre era ayudante de enfermería, natural de la región, y la madre era una señora de M'Banza Congo, que se dedicaba al comercio de telas y sevanagloriaba de pertenecer al linaje real Bacongo. 

Santiago tenía una memoria prodigiosa. Contaba episodios de su infancia, detallando los más mínimos detalles, de tal manera que yo estaba convencido de que los estaba inventando mientras hablaba. Tiempo después estuve seguro de que no. Yo estaba acostumbrada a hacer un juego: le leía una página de un libro, sin pausas o repeticiones, y una semana después venía a visitarme y me repetía letra por letra aquello que yo le había leído. Raramente fallaba. 

La madre de Tiago quería que él fuera sacerdote. Pensaba, tan pronto como el niño tuviera edad suficiente, enviarlo al Seminario. Pero las cosas no ocurrieron así. Un día, en febrero de 1961, el padre de Tiago llegó a casa muy nervioso. “Parece”, susurró, “que sucedió algo muy malo en Luanda, confusiones entre negros contra blancos, blancos contra nosotros. Una gran desgracia”. Al día siguiente se supo que las cárceles de la capital habían sido atacadas por grupos de hombres armados con cuchillos y machetes y que los portugueses, locos de odio y priincipalmente de miedo, habían caído sobre los musseques* y estaban matando gente.



José Eduardo Agualusa (Angola) 
Extracto del libro "Estação das chuvas"
Dom Quixote Publicações (1996)
Traducido del portugués por Myriam Rozenberg

-----

* musseque: es un barrio muy humilde, con casas precarias, lo que sería una villa de emergencia en Argentina o una favela en Brasil. El término es usado en Angola.

sábado, febrero 10, 2024

Un poema de Kurt Brown

Pescador 


Un hombre pasa su vida entera pescando en sí mismo
buscando algo grandioso. Es como un barco perdido, lo suficientemente grande
como para batir todos los récords. Pero él sólo ha oído rumores, mitos, 
vagas promesas de asombro. Sólo ha sentido la sombra 
de algo enorme oscureciendo en su vida. ¿O no? 
Tal vez sea la sombra de otros peces, más grandes que la suya, 
la sombra de las almas de otros hombres pasando sobre él. 
Cada día toma su equipo y emprende su camino 
hacia el océano. Al menos de está seguro de eso: ¿o no? ¿Es el océano 
o el pequeño charco de sus lágrimas? ¿Es este su bote 
o los tableros deshilachados de su ego, arrasados por la tormenta? 
Se aleja, sintiendo la tierra caer bajo sus botas. 
Pronto estará a la deriva bajo las nubes, el viento susurrando halagos 
en sus oídos. Podría ser hoy: el agua se mueve 
y se asienta como un pecho*. . . No está muy lejos. 
Es todo tan placentero, tan reconfortante--la luz del sol,
las olas. Volverá pronto pensando: "Quizás esta noche". 
La noche con sus ocultaciones, su sombra enmascarando todas las demás sombras. 
La noche con su intimidad, sus estrellas seductoras y lejanas.




Kurt Brown (Estados Unidos)
Publicado en Poets.org
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg



* En el original aquí figura la palabra “chest”. Chest fue ser tanto pecho, como cofre, como la mochila donde los pescadores colocan los accesorios para la pesca. Elegí la palabra pecho, que suele inflarse y “asentarse” luego de largar el aire.

sábado, febrero 03, 2024

Un poema de Pedro da Silveira

Vila das velas – São Jorge

 

En esta isla, sobre la punta extrema

Donde el sol despierta

Habitó Willen van der Haaghe

 

(Tiempos antiguos, flamencos

De la Aventura.

En paz descansen. Dejemos eso:

Genealogías sepultadas)

 

Me gusta un paisaje así:

Áspero,

Duro,

Varonil

-bello!

 

En los ojos de las mujeres todavía existe

La nostalgia de las campinas rasas*

De más allá del Passo de Calais.

 

Pedro da Silveira (Portugal). Del libro Diário de Bordo.

Publicado en https://picodavigia2.blogs.sapo.pt/tag/psilveira

Traducido del portugués por Myriam Rozenberg

 

 

*campinas rasas: ya expliqué la dificultad en la traducción de este término en mi posteo de José Afonso en https://elescaramujo.blogspot.com/2023/09/una-cancion-de-jose-afonso.html

 

sábado, enero 27, 2024

Un poema de Julia Donaldson

Ocho tentáculos



Si tan solo tuviera un pulpo
Pronto terminaría mis tareas domésticas. 
Lo pondría a trabajar en la aspiradora
Con el tentáculo número uno. 
El tentáculo dos agarraría un trapo de piso
Y empezaría en el suelo de la cocina
Mientras quitaría el polvo y puliría los muebles 
Con los tentáculos tres y cuatro. 
El tentáculo cinco abriría la canilla. 
Y emprendería el lavado 
Mientras el tentáculo seis se tomaría un merecido descanso 
Y acurrucado alrededor de una taza de porcelana. 
El tentáculo siete haría las camas. 
Y pondría derechas todas las almohadas, 
Y todo el tiempo estaría haciendo equilibrio 
Sobre el tentáculo número ocho.


Julia Donaldson ( Escocia)
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg

sábado, enero 20, 2024

de números y costos

La belleza de la matemática desaparece cuando se usan los números para asentar las horas de un trabajo. O más aún, limitarlas a esas cuyas tareas constituyen una inversión.

Una es simplemente una farmacéutica y no un contador, entonces, esa tarea aparentemente sencilla, se complica.

En mi condición de conocedora de ingredientes de un medicamento, ignoro la suma que se ha dado en llamar costo. Resultado importante, padre de todos los precios.

Registro las horas mías, las de ellas, las de aquellas. Y no solo los momentos productivos.

Para saber el tiempo preciso, he de detenerme especialmente en los días de enfermedad, de estudio, de vacaciones: los momentos repletos de vida que se desaprovechan.

sábado, enero 13, 2024

Un poema de Homero Aridjis

El ojo de la ballena


Y Dios creó las grandes ballenas.
Génesis, I, 21


A Betty



Y Dios creó las grandes ballenas
allá en Laguna San Ignacio,
y cada criatura que se mueve
en los muslos sombreados del agua.

Y creó al delfín y al lobo marino,
a la garza azul y a la tortuga verde,
al pelícano blanco, al águila real
y al cormorán de doble cresta.

Y Dios dijo a las ballenas:
«Fructificad y multiplicaos
en actos de amor que sean
visibles desde la superficie

sólo por una burbuja,
por una aleta ladeada,
asida la hembra debajo
por el largo pene prensil;

que no hay mayor esplendor del gris
que cuando la luz lo platea.
Su respiración profunda
es una exhalación».

Y Dios vio que era bueno
que las ballenas se amaran
y jugaran con sus crías
en la laguna mágica.

Y Dios dijo:
«Siete ballenas juntas
hacen una procesión.
Cien hacen un amanecer».

Y las ballenas salieron
a atisbar a Dios entre
las estrías danzantes de las aguas.
Y Dios fue visto por el ojo de una ballena.

Y las ballenas llenaron
los mares de la tierra.
Y fue la tarde y la mañana
del quinto día.


Después de un viaje a Laguna San Ignacio,
1 de marzo de 1999


Homero Aridjis (México)
Publicado en Cervantes virtual

sábado, enero 06, 2024

Un poema de Kazis Boruta

El Báltico


Una noche ventosa el sol
se hundió en el Mar Báltico.
Los pescadores de ámbar zarparon
en el Báltico para pescar el sol.
El Báltico formó espuma a través de la noche.
Por la mañana los pescadores trajeron
el sol hacia la orilla en una barcaza de color ámbar.


Kazis Boruta (Lituana)
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg