Me duele caminar
calculando las horas de silencio
promesas oxidadas
tras una sonrisa falsa de ocasión.
Hablo de un lugar
donde la harina desnuda
las vértebras del trigo
donde en verano se encierra
la humedad envuelta del poema
y los obreros gastan sus ojos
buscando en el diario
palabras invisibles.
No es difícil tener piedad de los bares
donde se beben cántaros de olvido.
Cada vez más figuras aplauden enjauladas
dobladas como barcos de papel
una música triste que llueve entre los árboles.
No se trata de un país
No de límites
Ni mapas
Ni banderas
Es la plaza del barrio
Es la escuela
Son los niños en la calle
Unas simples palabras:
Mi madre
Mi padre
Mi hermano.
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