Pongo el peine en el agua
Mojo una a una las hebras del cabello.
Y mientras las gotas resbalan por las castañas hileras
de felicidad perdida
me miro en la inexacta ondulación del vidrio espejado.
Caigo con violencia al rostro
que viaja fugitivo y languidece en ocres
mi mente inquieta a veces me traiciona
será verdad que el anillo no dijo
o quizás fue mentira
lo que mi ardor hablaba
Los dedos dilatan rizos.
Como si pudiera despojarme de presencias
haciendo extensión
desde los huesos del cráneo
y descubriera que es fácil reinventar la vida
en la humilde ceremonia de cepillarme el pelo.
Cuando el tiempo parece que sobrara
y el silencio es un amarillo agrio
que profundiza la desnudez de mi lamento
te pido que no ingreses a mi pieza
aunque esté peinando mi cabello para nadie.
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