Es un milagro encontrar, en este infinito laberinto de desengaños amorosos, el ser verdaderamente amado... Me olvido de aquella parejita en el parque para perderme por un momento en la observación triste, pero fría, de ese extraño baile de desencuentros, en que frecuentemente aquella que debía ser de aquél, acaba por bailar con otro porque lo esperado nunca llega; y éste, mientras, pasó por ella sin que ella lo supiese, sus manos sin querer se tocaron, ellos se miraron a los ojos por un instante y no se reconocieron.
Y es entonces que me olvido de todo y voy a mirar en los ojos de mi bienamada, como si nunca la hubiese visto antes. Es ella, Dios del cielo, es ella! Cómo la encontré, no sé. Cómo llegó hasta aquí, no vi. Pero es ella, yo sé que es ella porque hay un rastro de luz cuando ella pasa; y cuando ella me abre los brazos yo me crucifico en ellos bañado en lagrimas de ternura; y sé que mataría fríamente a quien quiera causarle daño; y quisiera que muriésemos juntos y fuésemos enterrados con las manos dadas, y nuestros ojos que no se descomponen quedasen para siempre abiertos mirando mucho más allá de las estrellas.
Y es entonces que me olvido de todo y voy a mirar en los ojos de mi bienamada, como si nunca la hubiese visto antes. Es ella, Dios del cielo, es ella! Cómo la encontré, no sé. Cómo llegó hasta aquí, no vi. Pero es ella, yo sé que es ella porque hay un rastro de luz cuando ella pasa; y cuando ella me abre los brazos yo me crucifico en ellos bañado en lagrimas de ternura; y sé que mataría fríamente a quien quiera causarle daño; y quisiera que muriésemos juntos y fuésemos enterrados con las manos dadas, y nuestros ojos que no se descomponen quedasen para siempre abiertos mirando mucho más allá de las estrellas.
Vinicius de Moraes (Brasil)
De El amor por entre el verde (fragmento)
Publicado en el libro Para viver um grande amor (Editorial Companhia das letras)
Traducido del portugués por Myriam Rozenberg