Acostada en la cama del hospital
entró un cura joven, de barbita.
Mi madre le comentó sobre mi operación
y sus complicaciones
hacía pocas horas.
Dolorida y aletargada como estaba
no intenté decirle
que yo no era católica.
Me tendió la mano con fuerza
me sonrió
y recordé lo que yo ya sabía:
que uno es Dios
y que no me abandonaba.
¿Qué importa
la forma que eligió
para manifestarse?
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