Hasta el día de hoy
los chinos
tuvieron el monopolio de la cuadra.
Como a la noche mantienen las puertas abiertas
para aquellos
que sufren de recuerdos tardíos
se permiten
cerrar para dormir la siesta.
Solo los
poderosos ostentan ese privilegio.
Pero lo fortuito
teje diseños imprevisibles.
Un valiente
toro español acaba de instalarse
entre
aquellas góndolas orientales
y nuestras necesidades.
Se pavonea
bien torneado
porque sabe
que tiene el apoyo de toda una península.
Los chinos
no entienden de tauromaquia.
Aunque en
sus bocas se despierta un milenario jian
que deja las
vísceras del destino expuestas
en plena
avenida
como una alarmante
advertencia.
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