Las consecuencias
irreversibles de la rusificación
Las lecciones
de ruso comenzaban temprano,
tan pronto
como entrabas a la escuela primaria.
Las lapiceras
Zenith 5 eran gran furor en ese entonces.
Le rogué a mi
madre tener una.
Más tarde, me
senté en mi pupitre, complaciendo mi inclinación
de desenroscar
y enroscar mi Zenith 5.
Tanto que conocía
de memoria la mejor de sus fibras.
Podía desarmarla
y rearmarla al mismo tiempo, incluso debajo de mi pupitre.
Aun con mis
ojos cerrados.
Una vez, por
descuido, me pasó de disparar el resorte,
que llegó muy
alto en el aire,
hacia el
boletín informativo que contenía a Dzerzhinsky, y aterrizó
en el medio
de la clase, tan débilmente como Gagarin,
por lo que
recibí una reprimenda.
El tiempo
pasó.
Incluso
cuando pasé un tiempo difícil con el idioma ruso.
Y aun cuando
tuve que abandonar la escuela.
Hasta el día
de hoy puedo desarmar y rearmar al mismo tiempo una Zenith 5
con mis ojos
cerrados, extasiado, como
un agente secreto
en una misión para matar al presidente.
Tengo cuidado
con el resorte.
Krzysztof Jaworskin (Polonia)
Publicado en Plume Poetry
Traducido del polaco al inglés por Benjamin
Paloff
Traducido del inglés al español por Myriam Rozenberg
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