La farmacia de enfrente del hospital recibe a un
cliente. Viene a comprar barbijos.
Cuenta que, separado por un tabique donde se
encuentra internada su madre, hay un paciente que tose. Tose mucho, y los
médicos que vienen a verlo, marchan vestidos como si fueran personajes de una
película de catástrofe norteamericana, con uniformes blancos y unos cubrebocas
con filtros.
El señor escuchó a los doctores preguntar a los
familiares: ¿Tomaron las pastillas que
les dijimos?
Es indudable que es algo contagioso. Pero ¿por qué
no informan a los pacientes vecinos? ¿Y si hay una infección masiva dentro del
nosocomio?
El farmacéutico comenta: Yo, que usted, pediría el traslado de su madre.
En
eso estoy, contesta
preocupado el cliente. Ante el temor, gasta el dinero en una caja de barbijos. Quizás
no sirva para mucho, pero peor es no estar prevenido.
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