....soy de la rosa y la mar... soy el escaramujo
(Silvio Rodríguez)

miércoles, febrero 23, 2005

la casa

A veces
siento en la casa
las gastadas manos de los ancianos que la habitaron
las ventanas en simbiosis con sus respiraciones
el pasillo deletreando el pasaje de sus pies cansados.
Entonces me callo para escuchar
el rústico lenguaje que ha sido
como una epifanía tendida entre sus camas
una densidad de textos entretejidos que apelmazaban el silencio.

Allí podían verse sus ojos trasplantados al infinito de los libros
los contornos de las ondas de la radio que susurraban
la inminencia de la compañía.
y las alas aplastadas imposibles de realizar un nuevo viaje.

A veces
aunque pasa desapercibido para todos
se oye la prepotencia de mis manos
los colores ahogados en las persianas
y el pasillo se encuentra demasiado consumido
para descifrar las pisadas de mis pies
que entre códigos secretos de gramáticas
poco a poco
van envejeciendo.

martes, febrero 22, 2005

a imagen y semejanza

Creados a imagen y semejanza
somos dioses que escribimos un mosaico de verbos
un mundo que se sostiene desde un soplido.

Luminarias que confirman las tinieblas precedentes
distraen el orden de las cosas.
Cómo diagramar el viento la tierra los mares?
Cómo hacer surgir la mirada poderosa de los pájaros?
Con qué carretel trenzar la forma de las nubes
los abismos murmurantes de la atmósfera?

Cuánto esperar para que el último invento
ese que creamos a imagen y semejanza
salga de lo continuo de su sueño
se avergüence de la vestimenta que no tiene
renuncie a su paz
se nos vuelva en contra?

lejanía

Alejándome de mí
como se apartan esa cintas
usadas en la gimnasia artística
dejo de mirar el vacío
que me trajo tu ausencia
el patético monólogo
que evidencia el hundimiento de mis huesos
en un mutismo prolongado.

Pero me deslizo hasta un límite innegable:
la distancia de la cinta
que llega hasta un punto en que regresa
al sonido inesperado de mi cuerpo.

A menos que yo elija
abandonarle la mano
entonces habré de escaparme
de mi de ti
para siempre.

bosque

Nuestros bosques no obligan el hombre a perderse

José Lezama Lima (Pensamientos en La Habana)



Y sin embargo participando de la voluptuosidad
extendida de la noche presiento
que el infierno es un aforismo calvo y repetido
donde se entrecruzan hiedras ovilladas con temores.

El bosque es simplemente
un redondel de espesura
médula impulsada por émbolos de palomas
arroyos que transcurren su embriaguez sin escalofríos
hasta que un cuerpo monstruoso en su mirada
separa la proclama
del pañuelo que alza como un rótulo.

Grotesca estela de pisadas
-espejos somnolientos de las nubes-
se penetra más cuando se procura agudizar los sentidos
desperezarse de la oscura sabiduría de las hojas.

El tronco mendicante estira sus ramas
como abanico que se reinventa
y como una inútil red sin trapecio
atrapa las hebras de la piel
para contraerlas en una escultura de flor.

El asombro por la danza de colores del amanecer
no clarifica la inquisición de la culpa
no deshace el metal que se ahonda en la espalda.

Cuesta escapar entre laberintos de alcaloides
que balbucean desde la hierba
fragmentos de sueños sucesivos
que se ofrecen como el cálido pan del mediodía.

embriaguez

A esta hora
la ciudad entera arde de alcohol
que se bebe como un río
La calle grita en ruidos de autos
trampolines hacia otras vísceras de edificaciones.

A medianoche
el espejo donde me miro se torna sofocante.
Es suficiente que me venga
tu cuerpo desnudo
aromas de almendras y maderas
belleza que se despedaza entre mis manos frágiles.

Rompo todos los verbos
No me alcanzan para describir cómodamente
lo que hierve en la ferocidad de mi cama.

Tanta embriaguez bendice mi vientre
y apenas sobrevivo.

Azules desconocidos, perpetuos colores



Le apremia un nuevo asombro:
confesarse en su cansada desnudez
compartir en el adentro de una ola
la melodía de espuma que traza el océano.

Pero el miedo a buscarse
anunciando la pulsación de la experiencia
espiral de incienso que reclama
llovizna de futuros en el aire
ensombrece sus ojos cuando declina el verano.

Una ausencia temprana desmorona el silencio.
Y una luz peregrina avanza hacia sus bordes
para esculpir azules desconocidos.
perpetuos colores que estallan como un planeta remoto.

Entonces moja con los pies el agua y se adelanta.

Poemínimo

dormirse soñándose ave
copular con el viento
espejismo de quien escribe

desplegando sus alas.

Dicen que es inaudito

Dicen que es inaudito
traicionar las reglas de la buena cortesía
pero con mi inefable luna del amanecer
borracha de esa atmósfera fantástica
me oí gritarle al cuidador del cementerio
cara redonda
glóbulos de aceite en la papada
que defiende su experiencia de mosca
girando en torno de los mortales.

“ Yo le custodio la tumba”
asegura y fanfarronea
más hipócrita que político en campaña
-domina las malas artes de la oratoria:
los largos discursos
las promesas precisas
los verbos encendidos
los silencios estudiados
los susurros hipnóticos-.

Como si yo no supiera desde hace tiempo
que es el mismo muerto
quien bebe las flores
hace cantar a los pájaros
y resguarda su última morada.

Un poema para matar el tiempo


Un poema para matar el tiempo
un texto para olvidar
que el enjambre de horas
es una fuente de campanadas que queman
una soledad de árbol de hojas marchitas
un surco donde los cuervos riegan sus graznidos

La vigilia infinita de la tarde
anuncia su grandeza
como una vieja arquitectura se despliega esbelta
arrastrando mis grises pensamientos
me hace cabalgar en un caballo alado
oscuros lagrimones
párpado damasco
y sella con un lacre la silueta vulnerada de mi lengua.

Mientras
con la ternura elemental
que precede a un abismo que se desconoce
el encuentro de cicatrices en un instante denso y obediente
revoloteantes sombras de un espejo mudo
escribo un poema
simple inexperto fugaz
para decir que se me va la vida
entre tanto aburrimiento.

El grito y el nombre

Temo encontrarte y no reconocerte.
Temo extender la mano y no tocarte.
Temo girar los ojos y no verte.
Temo gritar tu nombre y no nombrarte...

(Antonio Gala-Hoy me pasa el amor)


Esta noche
mi pena desciende como un robusto hechizo
sobre la llaga del recuerdo.
Cabalgo en ella
como si la melancolía fuera una yegua
que echa a andar insomne
entre el aroma a trigo de la pampa.

En esta colorada urgencia
yo me reparto y me condeno
a quemarme en el vértigo de una imprudente evidencia.
Llamarte en el silencio
y tropezar con el eco de mi voz multiplicada
juego de espejos que nunca se destruyen
como no muere la flor aunque se arrugue y se marchite.

Sólo la muerte es capaz de detener
esa mirada cúspide de eternidad.
Sólo el zumbido imperfecto de la negativa
triunfa sobre el misterio de la vibración del aire.

Danza en la uva el latido del vino.
Así se agita mi cuerpo con tu nombre.

Las palabras


He llegado a soñar con las palabras

Roberto Juarroz




Entre los sueños de ayer y los tropiezos de hoy
hay una zona situada en el aire de la noche
cuya historia muy poco conocemos.

No está vedado su vértigo.
Sin embargo suele dormitar sin la interrupción
de nuestras ansias y desilusiones.
Sólo pueden asirlas
unas manos abiertas
que ya nada reclaman y que poco esperan..

Pero cansadas de estar solas
las palabras que allí residen
se hunden en la cueva de la memoria
y se ordenan en una coreografía nunca vista.
O quizás se inventan
para dar testimonio del simple aroma que son
livianas y frágiles
en su viaje irreversible hacia la muerte.

La Magdalena

Yo lavé sus pies con mis cabellos en rizos
y el perfume que llevaba en el vaso de alabastro.

El sacó de mí
siete demonios carmines de mi cuerpo
siete serpientes que ataban mi cintura
a la manzana.

Impacto fue la benevolencia
de la resurrección de mi hermano
como un cristal vibrante
temblé al ver tanto prodigio.

Frente a la cruz permanecí en su agonía
Como hojas secas
su sangre cayendo en la trampa de la brisa.
El bello rostro moreno
desplegaba el otoño en la mirada.

Y el domingo
sorprendida ante su sepulcro abierto
oí su voz llamándome
María, María
y caí frente al sonido
otra vez –como aquel día primero-
avergonzada.

Hoy me viene el recuerdo
de esas noches de tibieza compartidas.
Ningún evangelio relata los cuerpos en penumbra
los olores eslabones de suspiros.
Un hombre destinado a hacerse dios
no tiene sexo
sólo una vida escrita para la entrega pública.

Si lo amé acaso
ya no importa.
El me amó
con la frenética pasión de los hombres solitarios
-aquellos que saben que han venido
no a contemplar el cielo
sino a crearlo-


Ahora el tiempo
es un apacible infinito que lleva su nombre.

Azucena

Azucena
ama de casa
conoce poco de banderas y manifestaciones
sabe de ollas cucharas y sartenes
de hilos lanas y tijeras
de baldes escobas y plumeros

Pero cuando a una mujer
como Azucena
le sacan un hijo
se lo desaparecen
recorre pasillos
discute con funcionarios
curas políticos y militares
junta a otras madres desesperadas
se organizan.

A todo esto se aprende.