....soy de la rosa y la mar... soy el escaramujo
(Silvio Rodríguez)

jueves, marzo 06, 2014

un poema de Pablo Antonio Cuadra

La noche es una mujer desconocida


Preguntó la muchacha al forastero:
—-¿Por qué no pasas? En mi hogar
está encendido el fuego.


Contestó el peregrino: —-Soy poeta,
sólo deseo conocer la noche.


Ella, entonces, echó cenizas sobre el fuego
y aproximó en la sombra su voz al forastero:
—-¡Tócame!- —dijo—-. ¡Conocerás la noche!



Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua)
Del libro El jaguar y la luna.

domingo, marzo 02, 2014

un poema de Ivar Grunthal


Y de este modo un monólogo

Y de este modo un monólogo sigue fluyendo
en cientos de lagos de memoria-
azul Kareliano.

Las caras de los muertos cayeron
del cielo nocturno como estrellas
dentro de las nieves de abril desolado.

La herida de bala negra entre los ojos
ha marcado apenas la piel
como la luz de luna se derrama desde sus rostros.

El polvo no se transforma en polvo.
la nieve estará a la deriva
cuando la noche se torne amanecer.


Ivar Grunthal (Estonia)
Traducción al inglés por Ivar Ivask
Traducción del inglés al español por Myriam Rozenberg
Publicado en Contemporary East European Poetry : An anthology
(Editado por Emery Edward George)


miércoles, febrero 26, 2014

un poema de Orit Gidali


Kohelet

Yo, Kohelet, fui rey de Jerusalem,
Realmente lo fui.
Pisando cientos de flores en mi camino hacia la cama blanca
donde mis mujeres esperaban para remover la corona de mi cabeza-
hecha de mazapán en la mordida de suaves lenguas-
mi seda frotando contra sus sedas, mi carne elegiría entre
ellas, y mi carne ya era dulce entre sus carnes.

Kohelet, tuve cientos de mujeres
y no tuve ninguna
podía reconocerla por su aroma
o por su piel o sus pies,
sus pasos cuando se alejaban de mí: el lamento de David.
sus pasos hacia mí: su canción.

Yo soy Kohelet, Salomón,
mi ropa de cama es el misterio de sudarios
y mi corona mordida está sobre mí.

Orit Gidali (Israel)
Publicado en http://www.thebakerypoetry.com/writing-from-israel/4/#bride
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg

sábado, febrero 22, 2014

un poema de Carlota de Barros


Mar y fuego

Nací junto al mar
um mar intranquilo
y bello

olas salvajes
subiendo para las velas
como un grito sensual
de amantes nostálgicos

dormí tranquila
con el rumor del mar
y sabor a sal
en el aire caliente de la noche

me uní para siempre
                al agua
                           al sol
                                  a la arena

nací entre el fuego
y tempestades saladas

me cubrí de salitre
mastiqué la sal
de las olas sin fronteras

y me uní
para siempre
al mar y al fuego.


Carlota de Barros (Cabo Verde)
Publicado en http://www.africaeafricanidades.com.br/documentos/ANTOLOGIA-CABO-VERDE.pdf
Traducido del portugués por Myriam Rozenberg

martes, febrero 18, 2014

Página en construcción

Cierro los ojos.  Visualizo. En esta ola de calor, la imagen se nubla, foto que se añeja.

No veo nada.
Los padres y los hijos se hunden entre la ropa limpia y los sueños se enmascaran tahúres en susurros desde páginas de libros.
Es un juego el caos de la casa, un pequeño universo controlado. En la puerta de entrada elijo abandonar el mundo hirviente.

En el cerebro, sin embargo, se agolpan las violentas tragedias, las históricas, que se escriben desde la memoria de los tiempos, generación en generación. Aunque ya no retenga los nombres familiares, me quedan los hechos. Complejos destinos tuvieron los perseguidos, apellidos cambiados, cruces virulentos de fronteras. Van dentro de mi sangre.
También los pequeños dramas cotidianos: la plata que no alcanza a fin de mes, el llamado trunco del que parecía conocido y ahora es apenas un extraño, el desborde de papeles con letras que se precipitan en filas como hormigas. Y los que duelen, duelen, duelen.

Sé muy bien lo quiero.
Una paz que descienda hacia mí, que mitigue la angustia reincidente de lágrimas, que siembre esperanza en este edificio derribado.

Una plegaria.

Aunque sea un poco tarde.

 

viernes, febrero 14, 2014

Imprudentes se repiten como ecos

Él no será distinto
pienso
mientras unas mujeres hablan de hombres
que brotan imprudentes
se repiten como ecos
te comen el cuerpo
antropofágicos
rumiándolo un rato
te lo devuelven masticado
gorjean trinos ridículos
te arrancan el futuro
para volverlo a ingerir 
a la noche
están hambrientos

Si hubiera acaso
un archivo
que atesore identikits
donde se encuentren los rostros
con sus palabras y acciones asesinas
estaríamos atentas
para llamar raudas
al 911 del dolor
y evitaríamos
el tufillo a humedad
que se desprende
de los ojos de estas casas
que se horadan y envejecen

 

 

lunes, febrero 10, 2014

un poema de Anat Levin


Poema 8

A las 18 el tiempo vino para casarse
Un novio fue encontrado, un vestido fue confecionado
( un poco demasiado apretado. La costurera dijo:
Bate tus brazos para arriba y para abajo como un pájaro- se estirará)
Alquilaron un salón pequeño y una banda, tocaron Aris San
Y bailaron. Batiste tus brazos, para arriba, para abajo
Y en cualquier sentido. No sirvió.
Había pollo.



Anat Levin (Israel)
Traducido del hebreo al inglés por Vivian Eden
Traducido del inglés al español por Myriam Rozenberg
Publicado en
http://www.haaretz.com/culture/poem-of-the-week/.premium-1.535539


miércoles, febrero 05, 2014

un poema de Elaine Feinstein


Jerusalem

Tus piedras todavía sostienen el resplandor de un sol de junio
hasta que la noche del desierto gotea
un manto azul oscuro sobre las calles

bruscamente, como siempre en el Levante.
Cuando te vi por primera vez,
un cable punzante taladró tu corazón,

y la claridad de tus estrellas me perforó
como un Dios tribal antiguo.
Revendí todos mis dijes de plata

de manera que pude deambular por los callejones angostos
con tu polvo blanco
en mis sandalias durante unos pocos días más,

beber té de menta con mi amante marroquí
bajo armas jordanas antes de que
me fuera por el Londres lluvioso y el hombre con el que me casé.

Elaine Feinstein (Gran Bretaña)
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg
Publicado en http://www.haaretz.com/culture/poem-of-the-week/.premium-1.531747

jueves, enero 30, 2014

un poema de Gerardo Lewin


Bar Minutas La Pura

 
El tema de esta noche
son algunas mujeres
bastante comentadas.
Son la Rubia, la Gorda,
La Pety, la Grandota.
Hay gritos que no turban
en general a nadie
ni en particular a uno
que sonríe inmutable.
Viste frac
y su eterno peinado a la gomina
me saluda lustroso desde el cuadro.

Es verano.
Han sacado dos mesas a la calle.
En ellas se han sentado
algunos viejos personajes.
Shilock, de saquito blanco
y camisa manga corta,
fuma tranquilo su cigarro Avanti.
El mozo oriundo de Galicia.
Alguien con pinta de haber sido
presidente de Atlanta
y que quizás lo sea…
( en Villa Crespo abundan
los presidentes derrocados).
En fin, variada gama.

Una mujer morena atiende un quiosko.
Callada,
tiene en los ojos algunos matices
que podrán resultar peligrosos
para ese pobre iluso
que se acerca a comprar caramelos.

Ya no hay nadie.
Pasan autos, camiones.
Suena una bocina.
Fumo.
Alguien saluda.

El universo se expande
y mientras tanto me he quedado solo.

Corrientes, dicen, nunca muere.
 
Y aunque sé qué pequeño es este instante,
este café,
mi vida
frente a esa otra eternidad,
quisiera
no morir,
quedarme para siempre
escribiendo este poema.

El mozo va apagando
poco a poco las luces,
una acá y otra allá,
insinuando sutil
que ha llegado mi hora.

Tendré que irme, por supuesto.
Pero eso será igual,
seguramente,
a medias.

Mi verdadero yo se habrá quedado.

 

Gerardo Lewin (Argentina)
Del libro Amores Muertos ( Editorial El Jabalí)

 

domingo, enero 26, 2014

poema reciente


Adentro
como un relámpago frío
alguien me apunta que yo no quiero cambios
Que digo es turbio el cielo
porque no puedo ver en la bandada
al pájaro real

Me está hablando
sin nombrarla
de la alegoría de la caverna
cree que me engaño con las sombras

Y no es verdad
sé reconocer muy bien al ave
que se esconde en el árbol contiguo
su miedo a la fiebre
a la costumbre
a amontonarse de roces en la noche
cálido
como las hojas que se despegan de las ramas

Para qué reverberar en la corteza
esta palabra conciente de deseo
si es inútil calcular esa distancia
avejentarse en lo inmóvil
un cerrado dolor
que no se disipa
en la almohada oxidada

La tarde no se recobra del silencio

Esa lengua
esa encrespada melodía
nunca
anidará por aquí.

miércoles, enero 22, 2014

un texto de Diego Paszkowski


Dieciséis

A los diecisiete años, Max probó jamón de cerdo por primera vez. Fue en un bar de la avenida Federico Lacroze, en el barrio conocido como Chacarita, bastante cerca de Villa Crespo pero lejos del barrio de Once, donde cualquier hubiese podido reconocerlo. Llegó al mediodía y, rodeado de trabajadores que pedían empanadas o pizzas, de empleados de comercio que pasaban allí su hora de almuerzo, o de otros jóvenes quienes habrían abandonado la escuela o escapado de ella, pidió un sándwich especial de jamón crudo y quedo, cuando todo lo que había comido hasta entonces eran sándwiches de pastón, y jamás había mezclado carne con leche. En un mundo al que Dios había abandonado, pensaba, era inútil respetar tonterías semejantes como: “No guisaréis el cabrito con la leche de su madre”. Hizo su pedido con la loca fantasía de que el mozo le dijera algo, de que se diese cuenta, pero eso no sucedió y pronto tenía ante sí un plato con el alimento dos veces prohibido. Lo contempló largamente, con el secreto temor de que al dar el primer mordisco un rayo vengativo destruyera de pronto el local y apagara en un segundo la vida de todos los pobres inocentes que se encontraban allí. Pero eso no sucedió, ni en el primer mordisco, ni en el segundo, ni en el tercero, ni en todos los que Max debió dar para terminar su sándwich en pocos segundos. Pero entonces, como si una mano invisible le hubiera arrojado un puñetazo, Maxi sintió en el estómago un dolor de tal magnitud que lo hizo doblarse en su propia silla. O aquel jamón estaba en mal estado, o él mismo estaba en mal estado, o su fe, o en verdad Dios existía y estaba atento a todas nuestras acciones. Como pudo alcanzó el baño, un lugar inmundo-canillas que gotean, el rancio olor de las deposiciones, la pintura descascarada, tras las puertas de madera barata las leyendas políticas o procaces que se escriben en la privacidad de los baños con la impunidad de los hechos anónimos- y allí vomitó, para quedarse varios minutos en recuperarse: Max era entonces un joven sano y fuerte y, salvo en aquellas peleas iniciales con su antiguo compañero de vóley, no estaba acostumbrado a sentir dolor. Luego se lavó la cara, regresó a su mesa, y entonces volvió a pedir un sándwich especial de jamón crudo y queso, doble, con doble ración de jamón y doble ración de queso, que también debió esperar, y que también devoró en pocos segundos. Esta vez, con el estómago recién vacío, el alimento le sentó bien. ¿Y qué pasaba con Dios, entonces? ¿Dónde estaba ahora, al momento de castigarlo? No había castigo, como no lo había habido para la barbarie nazi, y como no lo había para todos los poderosos que, en el mundo, no hacían más que torturas a pobres inocentes. No había Dios.

 
Diego Paszkowski (Argentina)
Del libro Rosen, una historia judía. Editorial Sudamericana.

lunes, enero 20, 2014

Un poema de Inés Manzano


Las palabras obscenas
las que nunca mi lengua

las negadas
en la infancia y en misa

las peores
las lascivas       las húmedas

las que azotan
las de fiera

las que son
como sal en la herida

 
Las palabras
que tu furia me dicta
que mi candor las diga
de espaldas a tu aliento

 

Inés Manzano (Argentina)
Del libro “ Si es puñal que me mate” (Editorial Papeles de Boulevard)

lunes, enero 06, 2014

un poema de Linda Pastan


El día más feliz


Era los primeros días de Mayo, creo
un momento de la lila o cereza silvestre
cuando tantas promesas se hacen,
difícilmente preocupe si algunas no se cumplen.
Mi madre y mi padre todavía suspendidos
en la experiencia, parte del paisaje
como las casas en donde había crecido,
Y si habrían de ser derribadas después
fue algo que yo sabía
pero no creía. Nuestros chicos estaban dormidos
o jugando, el más chico tan nuevo
como el nuevo aroma de la lila,
y cómo pude haber adivinado
sus raíces eran superficiales
y serían fácilmente trasplantadas.
No supe incluso que era feliz.
Los pequeños enojos que eran como sal
sobre el melón fue sobre lo que me obstiné,
aunque en verdad ellos simplemente
hicieron el sabor de la fruta más dulce.
Entonces nos sentamos en el porche
en la mañana fría, sorbiendo
café caliente. Detrás de las noticias del día—
huelgas y pequeñas guerras, un incendio en algún lugar—
Pude ver lo alto de tu cabeza negra
Y pensé no en conflagraciones públicas
sino en cómo se sentirían en mi hombro desnudo.
Si alguien pudiera parar la cámara entonces...
Si alguien pudiera no sólo parar la cámara
Y preguntarme: sos feliz?
Quizás me habría dado cuenta
cómo la mañana brilló en el color
reflejado de la lila. Sí, podría haber dicho
y ofrecido una taza humeante de café.


Linda Pastan (Estados Unidos)
Publicado en http://www.poetrysoup.com/famous/poem/9166/the_happiest_day
Traducido del inglés por Myriam Rozenberg

jueves, enero 02, 2014

un poema de Leo Maslíah


La gata de Mabel

 
La gata de Mabel es gris
algunos días son como Mabel
Mabel ama a Ricardo cuando el día está gris
el día está gris cuando Mabel ama a Ricardo
la alfombra del cuarto de Mabel es marrón
la gata de Mabel está sobre la alfombra
algunos días son como el marco de la ventana
la gata es gris y el cubrecama lo parece
la alfombra es marrón y Ricardo no aparece
el cuarto de Mabel está sobre la alfombra
algunos días son como Ricardo cuando no aparece por la ventana
los ojos de Mabel son como la alfombra
Mabel mira por la ventana y la gata duerme sobre la alfombra marrón
Ricardo no aparece y el libro que hay sobre la mesa
de luz no es interesante
la ventana del cuarto de Mabel es gris
la cara de Mabel es como el marco de la ventana
algunos días son como la gata de Mabel

 
Leo Maslíah (Uruguay)
Publicado en Así las cosas/Poemas sueltos/Pastor de cabras perfectas ( Editorial Menosata)