(El Rey David- Eugène Ristau)
Salmo de David
En la casa del ahorcado no se debe decir que la cuerda fue
detrás del cubo. No es banal que una mujer sea hechizada
por una sombra ambulante en Adullam o aquí,
en las llanuras de Bhután. A tu edad, David,
el de los bellos ojos, no tocaba el arpa,
tan sólo con la flauta hacía bailar a las ciervas.
Y con ese instrumento cautivó a Mijal,
a Ajinoam y a Abigail como si fuera una cuerda.
era un instrumento sencillo y pobre, pero las jóvenes
eran embaucadas por la triste melodía de ese extraño,
sonrosado y pícaro, que danzaba y bailaba y pastoreaba
entre los lirios y apacentaba el viento y desfloraba mujeres
cuyos cuerpos tempestuosos se estremecían
bajo su mano, empapada de grasa y sangre de héroes y hábil
con la honda. Así deambuló, mató, amó, venció a diez mil,
y así se convirtió en rey. Años después, en aquel terebinto,
fue la cuerda detrás del cubo. Después, duelo. La casa
del ahorcado. Después, el arpa de los salmos. Al final, la daga.
Cómo ha declinado el día. Ha terminado.
Ahora, polvo.
Amos Oz (Israel).
Publicado en el libro El mismo mar. Editorial Siruela.
traducido del hebreo por Raquel García Lozano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario