....soy de la rosa y la mar... soy el escaramujo
(Silvio Rodríguez)

domingo, febrero 12, 2006

A modo de ejercicio

I

La anciana corta una manzana.
Al abrirla se detiene en su blanco.
Lustra la cáscara con una toalla.
El blanco de la manzana se oscurece.
La muerte se oculta en una toalla
lleva en la boca una manzana
mira con sus ojos en blanco.
En la toalla la manzana no habla
lo no dicho pinta blancos espacios.
La anciana es una manzana que escapa de la muerte.


II

La hija sufre la soledad
se queja de ella gritando como un trueno.
Tiene senos como campanas
pero el marido no intenta su tañido.
Hay tormenta.
Los truenos hacen sonar a la hija
que se asusta como un badajo.
Los senos se quejan de la hija que ni siquiera
se toca con las manos.
El trueno es marido de la hija
que hace de la soledad una campana.
La queja llega hasta los senos de otras hijas
que se aferran a sus maridos dispuestas
a salvar sus soledades.
La queja es el seno de la campana.


III

La justicia se pasea en un traje de abogado.
El traje está viejo pero el abogado no lo advierte.
En el traje pueden verse las huellas de otros casos.
Los ojos de la mujer del defendido
tienen esplendor de azúcar.
Edulcorados miran al abogado.
La justicia es alivio.
Todos los trajes son alivio si una necesita defensa.
Los ojos del traje dejan marcas
en la mujer del defendido
que mientras bebe café
pone en el azúcar un poco de justicia.
Cuando llegan a su casa
los ojos de la justicia
se alivian de su traje.


IV

En la noche se pinta una acuarela.
El carnaval ruge su aliento de juego.
Chicos corriendo con la espuma
comparsas mostrando habilidades.

La noche es desfile de carnavales
Otras piruetas y mascaradas se alientan en lo oscuro.
Acuarela del amor
espuma de la noche.

Habilidad de la acuarela:
pintar alientos en el juego.


V

Es extraño lo azul que vino el tiempo.
Parpadeaba su urgencia en la avenida.
Una batalla era el movimiento de sus ojos.
En ese tiempo la risa era extrañeza
-urgencias de residir en la batalla-.

No era azul el parpadeo
quizás un verde agua.
Pero su risa era la marcha de un tiempo extraño.

Los ojos de la urgencia ya no batallan con azules.
Ahora es tiempo de avenidas.


VI

De qué tesoro me hablas?
De qué rama tengo que colgarme
para ver el horizonte?
Alcanzar el trino de los pájaros.
exige sostenerse del coraje.
Quizás el horizonte no sea más que ramas.
Por eso atesoro semillas de los árboles.


VII

Mensajes en la neblina que traigan un nombre.
En esta cadera vacía se lastiman quimeras.
A qué sitio fui llegando incauta?
El abecedario trae sus neblinas en la playa.
El nombre es el sitio.
El mensaje una cadera.


VIII

Con una daga contemplo la memoria.
Siento hartazgo del día.
La indiferencia es un inocente abismo
un sonido descarnado.

La memoria es el sonido del abismo
el día una daga que descarna.
Duele contemplar
la inocencia que soy
de vez en cuando.


IX

El escenario se luce con un enfermo
que suelta lágrimas de desgano.
Afuera ruge el mar
y avanza sin hacer preguntas.

El desgano no es la enfermedad del mar
que bebe sal de las mujeres.
El tiene su propio escenario
donde se muestra gran actor
y la gente aplaude sus parlamentos.

Las lágrimas que avanzan no se detienen.
Las mujeres se preguntan qué hacer con tanta sal
a qué médico recurrir
dónde pronunciar los parlamentos.
El escenario está enfermo.


X

Un huracán ha entrado por mi cuarto.
Está deforme.
Tiene un peinado con limón y firmamento.
Viene lleno de guirnaldas que piden conciencia.
No alcanzo a ver mi cuadro colorido.
El huracán no entiende de relojes
me sofoca de íntimos pretextos.

Debo admitir que no soy conciente:
tengo el cuarto lleno de limones
y el firmamento se sofoca en un cuadro.
La conciencia nunca se colorea.
Siempre fue así.
Previsible.
El cuarto es una guirnalda de relojes
que no se deforma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el V ejercicio me fascinó (todos me gustaron), pero ese en particular porque yo tengo azules por todos los sitos...
un beso!
laura