El cómico donó su
hermosa y larga cabellera para una marca de pelucas. Rapado, parece que, como a
Sansón, le hubieran arrancado las fuerzas. La lengua no desgarra, se ha vuelto
suave, como mano de madre.
Meses después, una
mujer con cáncer se tapa con un pañuelo la cabeza. Entra al negocio de postizos
y se prueba una larga cabellera. Se mira en el espejo, se peina, y una
carcajada que sale desde el fondo de las tripas pone patas arriba sus ojos
hundidos.
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