No hace mucho tiempo, durante la función de un circo en un país de América
Latina, un domador fue atacado por un tigre.
Este le clavó las garras en el cuello, abriéndole un hueco tan grande
como el canal de Panamá, y el domador comenzó a sangrar a borbotones hasta que
finalmente murió.
En el momento del ataque, los espectadores comenzaron a gritar, las madres
escondieron los ojos azorados de los niños para que no pudieran ver la aparición
inesperada de la muerte en la arena. La gente, que tan valientemente porta
armas para defenderse de la violencia urbana, hábito que defiende en los
canales de televisión, escapó dando aullidos superiores a los proferidos por el
felino.
Los diarios titularon frases similares a “HORROR EN EL CIRCO” en una tipografía
morbosa, y los ciudadanos de bien se arremolinaron ante la morgue judicial para
exigir que mataran a la bestia o que por lo menos le quitaran las garras, así
aprendería.
De los golpes y castigos que recibía el tigre para ser domado, nunca nadie
habló.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario