(foto: Hospital Santojanni- Myriam Rozenberg)
Su sueño era poder colocar la inscripción en la pared del hospital. Siempre que pasaba con el 4 se esforzaba por mirar lo que ya estaba escrito. Cuando a él le tocara, no iba a ser menos, nada de dejar pasar la oportunidad.
Por eso, pensando
en el momento clave, llevó no sólo los documentos de su mujer sino también un
marcador negro de trazo grande, indeleble.
No le importaba
si había gente que le parecía vulgar. Una vez había escuchado a una señora
decir que esas leyendas eran como las placas en las tumbas de los cementerios,
despedidas definitivas en un cuadrado de mármol o bronce. Pero él disentía, ahí
se recordaba a los muertos y esto era completamente diferente.
Mientras su mujer
estaba sufriendo en la sala, él observaba dónde quedaría mejor, si sobre la
pared más externa, si en la interna detrás de la rampa para sillas de ruedas, o
en el hallcito de espera. Sería afuera, para que fuera más notoria, detrás de la
escritura de ese padre que había puesto con un marcador y haciendo sombra que Aká nació Tiziano. Se detuvo también ante las otras
leyendas: “Acá nació Valentín Tomás 17/11/12 a las 20:31 te amamos, papá, mamá,
abus y tíos”, “ Acá nació Renata 13 noviembre 2012 Te amamos papá y mamá”.
Estaba nervioso,
aún el médico no salían. En la salita de espera, junto a él, estaban reunidas
unas chicas esperando a otra parturienta, la hermana de aquellas, que desde
hace largas horas venía luchando para concretar el parto.
Parece que era
difícil ser madre, y él meditaba, sería difícil ser padre también. Tener un
trabajo que ahora no tenía, levantarse a la noche ante el llanto de su hija, cambiarle
los pañales, cuidarla mientras la madre hacía la limpieza en la casa de la
patrona, bañarla en el fuentón de lata.
Se rascaba la
cabeza, reflexionando en todo esto cuando
apareció el médico por fin, avisando que la nena había nacido. Antes de
entrar a ver a su mujer, corrió desesperado a grabar en el muro pintado de
ocre: “Acá nació Uma, te amo, papá”.
Vio venir a las chicas que esperaban, una de ellas también
buscaba un lugar donde escribir. Curioso, esperó a ver cuál sería ahora la
inscripción, entonces leyó: “Mariela,
dale, nena, nacé, tus tías”.
Evidentemente había gente con situaciones más complicadas,
pensó, y corrió a abrazar a su mujer y a esa pequeña bebé que tantas alegrías
le traería.
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