Budapest
Isabel de Hungría nunca atropellaría un gato, ni con su
delicado borceguí, al mirar el Danubio desde lo alto de la ciudadela.
Isabel hacía milagros y trasmitió los genes a su nieta para
hacer que aparecieran rosas en el delantal que D. Dinis
compró una mañana en la feria de Coimbra.
Isabel observó los puentes del Danubio, uno de los cuales tenía su
nombre, exclamó extasiada Oh! Ah! y arrancó en su Opel en el momento
en que el gato atravesaba, corriendo, para agarrar la mejor
franja de luz solar en la vetusta muralla. Sentí el inesperado sobresalto
del neumático y pensé, amargado: Turismo obliga!
Pero vi al felino salir del otro lado y percibi que el lugar se
mantenía marcado por el espíritu de Isabel de Hungría
-o entonces
el gato salió de un poema de György Somlyó.
Egito Gonçalves (Portugal)
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Traducido del portugués por Myriam Rozenberg
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