La educación por el polvo
Los hechos y las cosas cotidianas
Nos parecen dulces y saludables.
Encarnan la dulzura de aquello que no se evapora,
Como si el tiempo y la felicidad se extendiesen hasta el infinito.
Mientras, dulces engaños son
Estos pensamientos seguros con respecto al mundo.
Tontos somos todos, nosotros que creemos en aquello que nos cerca
Y nos dejamos seducir por el canto de las sirenas.
Nada más fugaz que el tiempo
Ni más frágil que la felicidad.
Todo es inseguro, todo es fugaz
Y seguro, sólo la muerte fatal.
Que las rocas duren toda la eternidad, aceptemos!
Que el agua se renueva en un ciclo indestructible frente a nuestros ojos, todo bien!
Pero esto no garantiza la eternidad de las cosas.
Del concreto al polvo, basta un instante de segundo.
Basta un guiño de ojos y la fortuna ataca.
Y nosotros, desprotegidos, nos ahogamos en las aguas turbias del mecanismo insano del universo.
Nos apegamos demasiado a las cosas y a nuestra felicidad.
Como si fuesen la representación de lo absoluto.
Y entonces, en el instante inesperado, se deshace nuestro mundo bien construido
Deberíamos aprender la dura lección del polvo
La ley universal a la que todos estamos sometidos.
El polvo: he aquì el gran destino de todo.
A qué pedagogía grande él nos somete.
Pero siempre olvidamos la lección
Como pésimos alumnos que creen en cuentos de hadas.
El tiempo: gran dios que todo lo consume
Nos engaña con la promesa de la eternidad
Nos imaginamos eternos y no comprendemos el significado mágico del instante
Desconsideramos el instante en nombre de lo eterno
Confiamos demasiado en la permanencia de las cosas
Y desaprendemos la trágica lección de Heráclito,
Debemos permanecer siempre atentos,
La fiera en la selva nos acecha,
Y en su salto fulminante,
En sus garras nos transformará, en conjunto con nuestras cosas y creencias,
En un pequeño montículo de polvo.
Lo que en verdad, siempre fuimos.
Clóvis Brondani (Brasil)
Publicado en Blog dos poetas
Traducido del portugues por Myriam Rozenberg
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